Las TIC en la Historia

Desde hace poco menos de diez años, el mundo está cambiando a pasos de gigante: cada vez más nos comunicamos por Whatssap, llegamos a sitios gracias a GoogleMaps, aprendemos en YouTube, vemos películas y series en Netflix y cotilleamos en Instagram o Facebook.  La vida, tal y como la conocemos, no ha dejado ni dejará de transformarse... gracias a las nuevas tecnologías.

Las nuevas tecnologías son, sin lugar a dudas, uno de los principales motores del cambio que actualmente mueven el mundo, hasta el punto de bautizar una nueva edad histórica: la Era Digital. Y dentro de estas nuevas tecnologías, una rama destaca entre las múltiples funciones de la tecnología moderna, las denominadas "TIC".

Pero, ¿cuál es el significado de esa palabreja tan rara? Veamos una definición:


O en otras palabras: son la combinación entre las Tecnologías de la Comunicación tradicionales, como la radio, la televisión o la telefonía, con las Tecnologías de la Información, es decir, las tecnologías que utilizan (procesan, almacenan, recuperan...) datos digitales. Las TIC se utilizan para comunicarse, compartir, comprar y vender, intercambiar,  crear, encontrarse con alguien, coleccionar, coordinar, evaluar, jugar, aprender, buscar, analizar, informar, programar, socializarse y en definitiva, desarrollarse y crecer.

Los historiadores, no siembre absortos en el pasado, no han dejado de pensar y valorar las oportunidades que ofrecen las TIC a la hora de desarrollar su oficio. Y como no podría ser de otra manera, la Revolución digital también ha cambiado radicalmente la forma de hacer Historia:
  • En primer lugar, permiten al historiador acceder a todo tipo de fuentes con las que trabajar a cualquier hora y desde cualquier parte del mundo: manuscritos, libros, fotografías, pinturas, cerámicas, mapas, artículos científicos... Pero no sólo eso, sino que además permite almacenar, compartir, editar y rescatar estas fuentes sin las restricciones físicas ni los riesgos para la conservación que supone acceder a ellos en el mundo analógico.
  • En segundo lugar, aporta nuevas formas de analizar las fuentes, interpretarlas y generar conocimiento histórico: un macroaumento para observar detalles imperceptibles al ojo humano, la posibilidad de aislar o reproducir restos materiales con modelados virtuales en 3D, el uso de análisis cuantitativos a gran escala como el Big Data, el empleo de bases de datos, la aplicación de sistemas SIG... todo ello repercute en el conocimiento de nuestra realidad del pasado, hasta el punto de revisar viejas teorías aceptadas y proponer otras nuevas.
  • En tercer lugar, permite abrir nuevas formas de comunicación, divulgación y enseñanza de la Historia a todos los niveles: ya sea con la publicación a través de repositorios y bases de datos digitales, la transmisión del contenido a un público no especializado a través de las Redes Sociales o la didáctica de la Historia en las aulas a través de contenidos interactivos. En definitiva, se trata de promover y socializar el fruto del trabajo de los historiadores, a fin de poner nuestro conocimiento al servicio de la sociedad.
Las posibilidades que ofrecen las TIC para la Historia son, como vemos, muchísimas: el límite está en nosotros mismos. Sin embargo, y por muy buenas que puedan parecer a nuestros ojos de mortales, las Tecnologías de la Información y la Comunicación no siempre serán nuestro Santo Grial; no sólo presentan una serie de inconvenientes (por ejemplo, cualquiera puede utilizar su potencial para falsificar la Historia), sino que también dependerán de un factor fundamental: el uso que demos a las distintas herramientas. 

Por nuestra parte, en APOLI promovemos el uso de las TIC para la divulgación cultural, intentando promover la socialización de la ciencia histórica y el conocimiento del Renacimiento. ¿Te interesa descubrir más sobre el tema? ¡Echa un vistazo!






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